martes, 16 de septiembre de 2008

Apercat Gutierrez- Entrega veintiuno

Hay distintos tipos de dealer. Están los que son simplemente intermediaros. Pegan en la villa o le compran a un cocinero o a la cana, la reducen y luego la venden. Están los dealers de poca monta que simplemente venden lo que otros les venden. Para ellos la ganancia no está en cortar la mercadería, sino en subirle un poco el precio. La droga generalmente ya viene cortada antes de llegar al dealer que la vende. Si es faso, viene prensada y cortada con carbón, amoníaco y meo. Si es merca puede estar cortada con cualquier cosa. La merca que sale de la villa tiene polvo de tuvo fluorescente, mármol, o algunas pastas, tipo novalgina, o cafiaspirina, efedrina y anfetas. De la villa sale la merca y los derivados mas pesados como el paco y la pasta base. En las altas esferas del consumo se consigue cocaína de la buena, que es otra cosa. Si uno está dispuesto a gastar, se puede conseguir lo mejor. Los que tienen guita no toman mierda y no fuman prensado. Fuman flor traída de Europa y coca de Colombia o de Bolivia.
Hoy en día las drogas de diseño han copado el mercado, y se consiguen pastillas de lo que uno quiera.
Yo estuve un tiempo metido en una depresión terrible, y me tomé todas las pastas que pude. Conseguirlas era fácil, tenía un amigo psiquiatra que me daba las recetas. El Cabezón Sini. El hijo de puta me las vendía de a docenas. Le habían sacado la licencia por mala praxis, pero todavía tenía los sellos. Yo viajaba hasta la provincia, cambiaba constantemente de farmacias y conseguía lo que necesitaba. Un tiempo estuve metido en un mambo con klosidol, es un analgésico. Todo se movía al compás suave del flameo de una bandera. Lo mezclaba con alcohol y era capaz de irme hasta Derqui caminando de un tirón. Alucinaba de lo lindo. Después vomitaba y quedaba unas horas metido en el fondo oscuro de un aljibe.
También me metí alplax, que es un ansiolítico. Me relajaba y dormía en paz un par de horas. Otras veces tomaba en reuniones y mezclaba con alcohol. Según me contaban, la pasaba bomba, pero en verdad no me acordaba ni mierda. Durante un tiempo estuve viviendo en el departamento de una mina que tomaba ribotril y colnagín. Ansiolíticos y anticonvulsivos. Eran sus pastas preferidas. Tomábamos y quedábamos hechos una baba. Si habíamos invitado gente y corría el whisky, se la terminaban empernado entre cuatro, y ella al otro día como si nada. Andábamos medio pelotudos unas cuantas horas, hasta la tardecita, cuando volvíamos a tomar. También tomé trapax y lexotanil. Las dos son ansiolíticos pero sus estados son bien distintos. Con una buena dosis de trapax me dormía y no me despertaba ni una motosierra. Al día siguiente seguía durmiendo con los ojos abiertos. Una toma potenciada lo puede arrastrar a uno hasta cualquier lugar. Se amanece en la cama de cualquiera, no importa el sexo, sin tener ni una remota idea de lo que pasó durante la noche. Con lexotanil la mano cambia un poco. Es un mambo tranquilo, predispone para la charla. Uno se duerme y al otro día la cabeza es una murga.
Esta mina tomaba rohypnol, un sedante muy potente que provoca relajación muscular y a veces amnesia. Cuando estaba entrando en el estado, me pedía que me la cogiera. Tenía el rollo de la violación. Eran unos polvos muy raros. Yo siempre estaba empastillado así que no me entraban ni culpas ni cargos de conciencia.
Una noche tuve que salir de apuro para la guardia de un hospital. Se le había ido la mano. Mezcló trapax y ribotril con vino tinto. Le hicieron un lavaje con un polvo negro que se llama carbón activado, que absorbe las drogas. Le metieron una sonda por la boca hasta el estomago. Yo estaba re dopado y no entendía mucho lo que estaba pasando. Pero desde ese día dejé de tomar pastillas y también la dejé a ella. Ahora me controlo mucho con la droga. Fumo de vez en cuando, tomo si me convidan de la buena. Por ahí me clavo algún éxtasis si tengo una noche complicada, pero de ahí no paso. Es bueno haber recuperado mis niveles de conciencia. En mi oficio eso es indispensable para conservar la salud y todos los dientes. Una vez me había juntado con unos vagos que se la pasaban de faso todo el día. Tenían flores traídas directamente desde Holanda. Los tipos ya eran catadores de marihuana. Me convidaron una variedad que se llama bubblegum. Tiene un gusto frutal bastante intenso. Por eso el nombre, parece chicle de tutifruti. Me dejó del culo, atontado y risueño. Yo había ido a esa casa porque me tenían que dar la data de un camión de caudales. Era un asunto en el que me había metido por uno de los empleados de Torrencio. Un negocio que me propusieron. Yo solamente tenía que colaborar en el armado del robo. Ellos eran los que iban a reventar el camión. Uno de los fumetas tenía un primo que trabajaba en la empresa de seguridad dueña del camión de caudales. La noche venía tranquila, por eso acepté unas secas cuando me ofrecieron. No había peligro alguno. Pero el dueño de la casa era un transa reconocido. Y ese día se la iban a dar. Se había regado el dato de que tenía una partida de cogollo importado. Una faso realmente caro y difícil de conseguir. Escuchamos una frenada y un tiro en la puerta. Nosotros estábamos en una habitación del fondo de la casa. Era en Almagro, una de esas casas recicladas tipo chorizo. La habitación daba a un patio de cemento por donde se podía acceder a los patios de las otras casas simplemente saltando algún paredón. En total ellos eran cinco, conmigo seis. Pelaron armas de todo tipo. Dos Itacas, una de ellas recortadas, un par de pistolas. Me preguntaron si estaba calzado, les mentí que no. Ni loco iba a usar mi arma para disparar en un lugar en el que tal vez no iba a poder juntar los casquillos. Les dije que yo no quería saber nada de todo eso, que lo mejor era que me fuera por el fondo. No soy cagón, pero no me gustaría morir por algo totalmente ajeno a mis intereses particulares. Me dijeron que saltara el paredón que daba al terreno del supermercado de unos chinos. Que tuviera cuidado, que si me descubrían en su terreno los chinos me iba a cagar a tiros. Cuando salté el paredón escuche el tiroteó. Estaba tan estúpido por el faso que casi me mato. Me enganché un pie y caí del otro lado del paredón. Por suerte el terreno de los chinos estaba desierto. Subí a otro paredón y trepé hasta el techo de una casa que daba a la calle. Me subí a mi auto que estaba estacionado en la otra cuadra y me fui para mi casa. Al otro día me enteré de que se habían podido defender. Bajaron a uno de los muchachos amigo del transa. De los que entraron a la casa no quedó ninguno en pie. Cosas que pasan a cada rato. Cosas que ni siquiera salen en Crónica.


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