miércoles, 17 de septiembre de 2008

Apercat Gutierrez- Entrega veinticinco

Desde el accidente de mis viejos yo desconfío de los autos. No me gustan para nada. Si los uso es por necesidad. Cambio de auto bastante seguido. Nunca me ato a nada, mucho menos a un coche. Si por mí fuera no tendría, pero para los trabajos que hago es necesario. Generalmente trabajo con autos de otros, pero de vez en cuando tengo que poner el mío. Es por eso que nunca conservo un coche más de un año.
No me gusta que me puedan identificar por el auto que uso. Hay épocas en las que vendo el coche que tengo, y guardo la plata. Al tiempo, si es que lo necesito, me compro otro. Siempre algún usado, que haya pertenecido a uno o dos dueños anteriores. Si es posible no los pongo a mi nombre, falsifico el 08 o directamente no hago la transferencia. Conozco un par de escribanos que me autentifican los papeles falsos y con eso me arreglo hasta que vendo. Conozco a unos gitanos que tienen un asentamiento a un costado de la autopista que va a Morón. En el carperío viven como cuarenta familias. Yo conozco a unos cuantos, pero cuando necesito comprar o vender un auto acudo a Capacho Nedich. Dice tener más o menos cuarenta años, pero su cara chupada acusa unos cuantos más. Es cabeza de una familia integrada por veinte personas más o menos. Son casi todos parientes: primos, tíos, abuelos, nietos, hermanos. La mujer gitana cuando se casa se va a vivir con los padres del marido. El padre siempre vive con el hijo menor. Y algunas familias se quedan con el primer hijo del varón mayor.
Los gitanos son nómadas ya de instinto. Los asfixian las paredes. El sueño del gitano es la carpa. Uno levanta la carpa y se va a donde quiere. El mayor orgullo de un gitano es tener una familia numerosa, linda y tranquila. Ansían vivir con la madre y con el padre, ser jóvenes, tener hijos casados y nietos. He tenido varias charlas con Capacho y con la gente de su comunidad. Me han invitado a unas cuantas fiestas: casamientos, cumpleaños de 15 y otras celebraciones familiares. En un tiempo Capacho tenía un hijo que parecía tener pasta para boxeador y me pidió consejo. Le conté cómo era el mundo del box, las complicaciones. Le expliqué todo lo que me había pasado a mí, y no quiso saber nada de meterlo al pibe en ese círculo. Los gitanos son muy celosos de sus costumbres. Si algo no les gusta, no lo hacen. Es un pueblo que nunca estuvo bajo el yugo de nadie, por eso no tienen ni patria ni bandera. Nunca han sido esclavos. Por supuesto que son cerrados y conservadores, pero qué comunidad no lo es. Son extremadamente machistas, y las más férreas en el cumplimiento y la manutención del dominio masculino son las gitanas. La mujer gitana es muy sufrida. Están todo el tiempo a disposición del hombre. Le sirven, le dan todo servido: cocinan, limpian, planchan. La sociedad gitana está regida por leyes morales y sociales estrictas que se pasan de padres a hijos por tradición oral. La raza misma se transmite por vía paterna. Las gitanas no se cortan el pelo casi nunca. Un pelo corto es la antitesis femenina. Usan trenzas largas, enaguas y polleras de gasa hasta los tobillos. No pueden usar pantalones. Tienen prohibido mostrar las piernas, pero se desquitan con los pechos. Usan corpiños siete talles más chicos así todo desborda. Y generalmente llevan pañuelo al pelo. La vestimenta es su bandera, su manera de identificarse entre ellos, y también de distinguirse del resto.
Todavía se celebran matrimonios en que los novios se conocen el día de la boda. Esto ya no pasa tan a menudo, pero según Capacho, todavía hay casos. El gitano cuida mucho de la honra. El mayor anhelo es que la hija llegue virgen al matrimonio.
Las mujeres más viejas son las que dicen si la novia fue virgen o no. A veces entran a la habitación donde se consumó el matrimonio para retirar la enagua de la novia. Las mismas viejas echan alcohol de quemar a la enagua para que florezca aún más la mancha de sangre, si es que la novia se había conservado virgen. Las que no, son diferenciadas porque no pueden usar pañuelo en la cabeza. Las reglas se han ido acomodando a la contemporaneidad, pero aún se conservan algunas normas estrictas que hacen respetar a raja tabla. Hoy en día la virginidad de una mujer gitana sigue siendo un valor de peso. Porque no es lo mismo pagar la dote por una virgen que por una impura. El monto de la dote lo decide cada grupo y puede pagarse con dinero, monedas de oro o el equivalente en algún material.
Estando entre ellos se ven cosas que extrañan. Pero todo tiene su explicación. La mujer casada no se puede bañar si está el suegro en la casa, porque es una falta de respeto. Lo mismo pasa si quiere ir al baño: tiene que esperar que el suegro se vaya. Tampoco pueden pasar por delante de un hombre, ni mucho menos tomar protagonismo en una conversación. En las fiestas los hombres y las mujeres están separados en distintos ambientes. Cuando llega el baile, jamás lo hacen entre esposos, los arrumacos en público son muy mal vistos.
Capacho contó que ellos dividen todo en puro e impuro. Marimé y spurcat significa impuro y no marimé o chisto, puro. El cuerpo humano de la cintura para abajo es marimé y de la cintura para arriba es no marimé. Cuando se bañan necesitan dos toallas para secarse, una para la parte pura y una para la impura. Después del parto la mujer y la criatura están marimé por lo que se acostumbra que permanezcan dentro de la habitación atendidas por la suegra durante cuarenta días. Aunque la cuarentena se reducido a diez días.
Fortunato se queja constantemente de la pérdida de las tradiciones. De que las nuevas generaciones son cada vez más débiles y propicias a la contaminación criolla. Decía que muy pocos jóvenes hablan el romanés. Ese es el idioma de los gitanos. Lo vienen arrastrando desde siglos. Su origen fue en la India, luego llegaron a Europa a través de Armenia, Grecia, Siria, Palestina y el sur de Turquía. Al principio se les llamó egiptanos, porque a esa zona de Turquía se le decía el Pequeño Egipto. Así mismos se llamaban el pueblo rom o rhom, que significa hombre que hace música. En la Argetina hay alrededor de trescientos mil gitanos. Hay tres grupos distintos en procedencia, costumbres e incluso rasgos: rusos, que pueden ser yugoslavos, griegos, soviéticos, húngaros, búlgaros, italianos o alemanes; rumanos, de Transilvania, Moldavia y Valaquia, y españoles andaluces.
Ellos dicen ser el pueblo olvidado de dios. Según cuenta una leyenda que le escuché a Fortunato Nedich, padre de Capacho, fue un gitano el que fraguó los clavos que clavaron a cristo a la cruz. Sobre aquel herrero y su descendencia pesa una maldición que es la que hace que el pueblo vague por el mundo sin tierra y sin descanso. Otra leyenda gitano yugoslava cuanta que al morir les espera un paraíso con extensos campos, montañas de truchas, bueyes tostándose en un asador y tres ríos de abundancia: uno de leche, otro de nata y otro de leche y manteca. Allí los gitanos sólo tendrán que estirar la mano para comer y beber. Sin embargo Fortunato me ha dicho que para el gitano no es fácil vivir en estos tiempos. Algunos viven holgadamente, tienen plata y propiedades, pero el verdadero gitano no está atado a nada material. Desde que salió hace mil años del norte de la india por causas desconocidas, el pueblo gitano no tiene ni un solo compendio de costumbres. Fortunato les enseño a sus hijos y a sus nietos que el gitano lleva pocas pertenencias para poder moverse libremente. No necesitan 500 ovejas, necesitan solamente una. Eso sí, allí donde se encuentren no debe faltar ni aceite ni sal, para que haya abundancia. Son extremadamente libres. Si alguien muere dentro del hogar, hay que vender y mandarse a mudar. Nunca hablan de sus muertos. Guardan dentro su recuerdo, hacen cruces para esquivar la mala suerte y a otra cosa.
Capacho siempre ha sido muy buena persona conmigo. Muchos dicen que los gitanos son peligros. Habladurías de ignorantes. Yo a Capacho ya le compré cinco autos. Le compro uno, al tiempo se lo vendo y me llevo otro, y así. Tenemos una muy buena relación comercial. Tienen un sexto sentido para los negocios. Claro que cuidan lo suyo como todo el mundo, y no dejan que se los cague. Han desarrollado una gran astucia, un gran oficio. Igual que los judíos y los turcos. Pueblos que trabajan con el comercio desde hace siglos. No les gusta trabajar para nadie. No tienen patrones ni socios. Se las arreglan solos. Entre ellos sólo basta la palabra para las transacciones. Con los criollos es distinto. No confían en los de afuera de la comunidad, del mismo modo que los demás no confían en ellos.


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