Capacho se dedica a la compraventa desde los trece años. Fortunato se dedicaba a lo mismo en Entre Ríos, en donde vivieron unos cuantos años, hasta que se le murió la madre, y como es su costumbre, emigraron para otro lugar. Fortunato se estableció en las cercanías de Morón, y ahí viven desde el noventa y siete. Hace mucho que Fortunato abandonó la práctica de la profesión y se dedica a otras cosas. El negocio quedó a cargo de Capacho. Fortunato es el encargado de administrar la comunidad en la que viven. Se dedica mas que nada a resolver los problemas que surgen en la convivencia entre tanta gente. Entre los gitanos no existe ni la policía, ni la cárcel ni los manicomios. Tienen una justicia propia que se llama Kris. Todos están sujetos a la justicia gitana. Si no se la respeta se está aislado, y desprotegido. Yo caí una tarde, hace un par de años, justo cuando Fortunato estaba tratando de resolver un problema bastante grave para ellos. Una de las hijas de un sobrino suyo, Ruperto Manarde, se había escapado con un criollo. Es cosa sabida: si una gitana se casa con un criollo se gana el repudio de toda la comunidad. Claro que los tiempos han cambiado. Para toda ley hay una trampa. Escaparse suele ser el recurso de muchas gitanitas rebeldes que gustan de criollos con los que se quieren casar. Se escapan, pero generalmente regresan y ya nadie puede decirles nada y aceptan al criollo dentro del seno de la comunidad. Tratan por todos los medios de absorber al criollo y no que la chica se les vaya a vivir afuera. Esa tarde estaban todos como locos. Un gitano enojado no es fácil de llevar. Todos portan armas, y saben usarlas, es algo ancestral, sus antepasados eran cazadores. Estaban organizando una partida para ir a buscar a la hija de Manarde. Fortunato me pidió que los acompañara. Había que ir hasta unos edificios de departamentos en las cercanías de San Miguel. Fuimos en el colectivo de Manarde. Éramos como siete. Estaban muy enojados, principalmente Manarde. Ya la tenía prometida a un gitano de otra comunidad. Pero sus sueños de casamentero se estaban derrumbando. Fortunato comandaba la cosa, y todos respetaban su consejo. Llegamos al lugar y empezamos a preguntar por un tal Morcilla Barceló, que supuestamente era quien tenía a la gitanita. Manarde estaba enloquecido. Le recomendé a Fortunato que le quitara el arma que tenía calzada en el cinturón, y que no lo dejaran solo en ningún momento. Conozco perfectamente los desastres que puede hacer la calentura. Una viejas nos dijeron que Morcilla vivía en el cuarto C de la torre siete. Yo me quedé con Manarde y con otros dos: Rene Sarramone y Pascual Sarmoria. Fortunato le pidió encarecidamente a Manarde que se quedara abajo con nosotros, que él iría a hablar con los jóvenes. Estuvimos como media hora, hasta que vimos bajar a Fortunato, a Capacho, a la gitanita y al Morcilla. Manarde empezó a insultarlo, y Morcilla no se quedó atrás. Casi de desconcha todo, pero Fortunato sabía controlar ese tipo de grescas. Había hablado con los muchachos y llegaron a un arreglo. La propuesta era que se casarían y que Morcilla se uniría a la comunidad y también pagaría la dote como cualquier gitano. La hija le pidió llorando que no la separara de Morcilla, que se querían en serio. Manarde aceptó a regañadientes. La boda se haría en un par de semanas. Volvimos todos en el colectivo de Manarde. No le sería fácil acostumbrarse a la idea, pero no tenía más remedio. Los tiempos cambian y no queda más que resignarse y aceptarlos. Estuve invitado a la boda, por supuesto. Duró una semana. Un verdadero jolgorio. Los gitanos tienen mala fama. Pero al menos los que yo conozco son buena gente.
Capacho me hizo una muy buena rebaja aquella vez del problema de Manarde. Le compré un wolskvagen polo verde, a muy buen precio. Yo le había entregado un peugeot 307 bastante complicado de papeles. El negocio de algunos gitanos consiste en comprar autos usados con mucha deuda de patente. Los dan de baja y los llevan a otras provincias, donde les hacen chapa nueva. La deuda no salta. Los traen de regreso a Buenos Aires y los venden. Un negocio redondo. Hacen buena diferencia.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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