martes, 16 de septiembre de 2008

Apercat Gutierrez- Entrega veinte

Estuve un rato ordenando el quilombo que era mi departamento. Cuando terminé, me senté en un sillón y me armé un faso con un poco de skunk que me había dejado Toronja como agradecimiento. En verdad era una marihuana de lo mejor. Dos secas y estuve en otra parte. Miré la hora y eran las seis de la mañana, no tenía nada de sueño. Me preparé un café, puse algo de música y me senté otra vez en el sillón a pensar en nada. Al rato, me fui a recostar. Tanto era el apuro de Toronja y tal mi cuelgue, que los dos nos olvidamos de la rubia, que estaba acostada en mi cama totalmente dormida. No lo podía creer, había metido gente en mi departamento, sin mi consentimiento y encima estaba en mi cama. Estuve tentado a despertarla y echarla a la calle a patadas, pero la dejé dormir, y me fui otra vez al sillón. Dormité unas horas, no quería que me sorprendiera dormido, tenía unos cuantos reproches que hacerle. Me desperté y sentí ruidos en la cocina. Se estaba preparando un café, como si estuviera en su casa. Hay una clase de mujer, que se cree dueña del mundo. Generalmente son hermosas y uno es capaz de perdonarles todo por ese solo atributo. Este fue el caso una vez más. Le pedí que me preparara uno bien cargado.
Parecía más estúpida de noche, con merca encima, que de mañana, con resaca y la pintura corrida. Hablamos de todo un poco mientras nos tomamos el café. Le pregunté desde cuando salía con Toronja. No salía con él, sólo eran amigos de la noche, salían juntos con un par de personas y generalmente se perdían entre la gente y los acontecimientos, como el de la madrugada, en mi departamento. Se disculpó diciendo que la coca la hacía hacer locuras, que estaba tratando de dejar, pero que no podía, que no era fácil. Yo estuve metido con varios tipos de drogas, menos con la merca. Yo me muevo mucho entre los merqueros, y el mambo es de lo peor. Están paranoicos, mandibuleando, al palo. Muchas veces se vuelven insoportables. Conozco bien el mambo, y porque lo conozco no me engancho. De vez en cuando tomo, cuando da, pero por suerte me controlo, y no me zarpo. He visto más de un gil ponerse loco porque el dealer no pudo pegarles unos gramos. Hay veces que cortan la frontera, o que levantan un par de cargamentos. También pasa que revientan algunas cocinas y empieza la escasez. Algunos se ponen muy locos y se zarpan. He visto a tipos hacer mierda a los dealers porque no le traían lo suficiente como para pasar la noche. Un cocainómano con síndrome de abstinencia es lo menos tolerante que existe en este mundo. Yo me he visto envuelto en quilombos grosos por bancarle la parada a más de uno. Una vez estaba con el Tecla Romero, esperando en su departamento que le trajeran una piedra. Supuestamente íbamos a ir a una fiesta. Nos esperaban porque él había prometido que llevaríamos buena merca. Cuando cayó el transa con las manos vacías, el Tecla le pegó semejante paliza que el tipo no se la debe haber olvidado todavía.
Es verdad que los dealers trampean, cortan y siempre se quedan con algo. Pero ese es su negocio, y si uno se mete con ellos, debe saber que la cosa es de ese modo. No siempre se les hace fácil conseguir lo que se les pide. Si no hay no hay. Pero eso no lo va a entender un drogón así como así. El Tecla sufría de una aneurisma, así que esa noche en vez de ir a la fiesta lo tuve que llevar de urgencia a la guardia del Pirovano para que lo atendieran. Le había reventado una artería por la presión y la calentura.


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