miércoles, 27 de agosto de 2008

Apercat Gutierrez- Entrega dieciséis

Siempre estoy haciendo cosas para otros. asuntos que mucho no me importan, salvo que se me pague. Pero a veces me encuentro metido en cuestiones que ucho no me interesan. la inercia es tremenda. Los acontecimientos a uno lo arrastran hasta lugares y situaciones increíbles.
Una noche hice hecho un trabajito para mí mismo. Un tipo molestaba a una de las bailarinas de un boliche para el que trabajaba. Habíamos salido un par de veces, nada serio. Más que nada éramos amigos. Me pidió que le diera un susto al tipo que la jodía, y se me fue un poco la mano. Desfiguración de rostro. Me extralimite un poco.
Cuando se enteró, no me dirigió más la palabra, y hasta le contó todo al dueño del boliche, y me tuve que ir. No pueden darse el lujo de tener antecedentes de ese tipo entre los empleados. La gente se asusta con la violencia. Las mujeres más aún. En este trabajo hay que estar solo, qué mujer se banca la vida que llevamos.
Inconscientemente se me pegó la culpa. Si hasta le pedí perdón a la mina y todo. No me acuerdo si esa noche u otra soñé que me mataban a palos. Algo así como cinco o seis tipos, en un callejón, dándome batazos en la cabeza. Me desperté escupiendo sangre y dientes. Eso me dejó pensando un tiempo. Antes cuando boxeaba tenía un sueño recurrente. Siempre aparecía metido en otros sueños, en alguna noche de la semana anterior a las peleas. Inseguridad, tal vez, o miedo. Algo de eso era. Siempre la misma escena soñada: estaba peleando con un oponente desdibujado. Me golpeaba pero yo no podía defenderme ni pegar. No tenía brazos. Me destrozaba la cara. Algo me impedía caer. Tenía las piernas duras, sin articulaciones. No había árbitro. No había nadie en el rincón tampoco, ni segundos ni asistentes. La sangre que me chorreaba por la cara velaba a mi oponente, no podía verlo. Me lanzaba golpes terribles con los dos brazos. Ese sueño me impresionaba mucho. Desde que dejé de pelear que no aparece.
Estamos preparados para la violencia, pero sabemos muy bien como evitarla. Lo que pasa es que un poco nos gusta, esa es la verdad. Cada uno se jacta de lo que sabe. Sabemos pelear y cuando hay oportunidad de probarlo, es difícil contenerse. Luego cuando una va profesionalizándose se empieza a cuidar y ya no se pelea tanto en la calle. Qué lindo es medirse con alguien. Pararse delante de alguno y abandonarse al instinto.
Mi tío decía que el box le había dado sentido a su vida. Era lo único que le gustaba de verdad. Los sábados a la noche, metido en su casa, mirando las peleas por televisión. Cuando era más joven iba alguna que otra vez al Luna Park.
Yo creo que para él el box era juventud. Pura promesa. Es hermoso ver a dos tipos dándose, con técnica, con inteligencia, con guapeza. Nunca aceptó el paso del tiempo. Los años repercuten directamente en el cuerpo. Mierda, va a ser horrible. A veces volvía tarde, borracho y a la miseria. A los sesenta años todavía se hacía el malo. Es algo que no se pierde nunca. Una vez entré al bar alque iba todas las noches. la vejez establece rutinas inamovibles. Me senté un rato, a tomar una cerveza, para ver cómo era la cosa. Enseguida cayó el tío. Ni me vio. Se sentó a la barra y pidió ginebra. Era un bar de viejos. Todos iguales a él. Se insultaban de mesa a mesa, se tomaban el pelo. Así se comunicaban, hasta que con el correr de las horas el alcohol les inflaba las venas, alguno se desmadraba, y empezaban las piñas. La noche que yo fui, pasó eso mismo. No me metí. Yo había ido para partirle la cara a alguno de los que lo cagaban a trompadas todos los fines de semana. Pero eran viejos, entre ellos se entendían. No podía hacer nada.
La cosa es simple. Parezco reduccionista, o que le quito valor a algo tan serio, pero es así. Cuando se ha estado frente a tipos que lo único que quieren es matar todo se reduce a mantenerse en pie. Se está más despierto que nunca. Es necesario redoblar la apuesta, ir para adelante sin importar lo que pase, la sed ciega y salvaje del orgullo animal. El otro a un palmo de distancia. Hay que controlar y golpear. Si se tiene definición y contundencia puede que se salga airoso. Un poco golpeado: la calle es muy diferente al gimnasio. La bolsa no contrarresta los golpes que uno le da. Yo soy muy económico a la hora de agarrarme con otro. Trato de esperar con la guardia alta, los pies plantados. Generalmente tres cuatro golpes y hay derribo. Están los que se levantan todo el tiempo, una y otra vez. Es la cagada de pelear de noche con cualquiera. Algunos están muy pasados de rosca. Eso los envalentona y se creen indestructibles. Una noche estaba con un amigo en una bar de Nazca y Rivadavia, y se estaban dando como en la guerra. Botellazos de vereda a vereda, un desastre. En eso caen tres tipos grandotes y se nos plantan. Nosotros estábamos mirando nada más. Mi amigo se cagó hasta la patas, era un vecino mío, separado hacía poco. Me había tocado el timbre para ver si lo quería acompañar a dar una vuelta. Yo estaba solo, mirando una película en el cable, me pegué un baño y lo acompañé. Les dije a los tipos que no queríamos problemas, pero uno se le fue directo a mi vecino, le puso una mano y lo desparramó en la vereda. Yo me les fui a los otros dos. No me dieron mayores problemas. A uno le metí un low kick en el muslo y cuando bajó un toque la cabeza le calcé un cross a la pera, y al piso. El otro se me tiró encima y me agarro por detrás. Fácil también: nucazo en la nariz, un codazo en las costillas de la derecha, otro en las del lado izquierdo, media vuelta y gancho al mentón. El otro, el que había noqueado a mi vecino me estaba esperando, era un poco menos grandote que los otros dos, pero estaba mejor plantado, parecía tener más experiencia. Nos trabamos en una mano a mano. Le entré por todos lados, era hermoso. Estaba pasado de merca. Lo volteaba y se volvía a parar, así hasta que ya no se le notaba la cara, la tenía bañaba en sangre, ahí me avivé y le calcé dos ganchos seguidos en el hígado, se doblo sobre sí mismo y ahí quedó, boqueando como un pescado fuera del agua, tratando de respirar. Mi vecino no lo podía creer. Se había levantado y había visto toda la pelea. Lo llevé a la casa y me fui a dormir. Al otro día el loco iba a tener algo que contar en la oficina.


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1 comentario:

La niña santa dijo...

Ey buenísimo gracias por ambos links. Yo ya te linkeé también. Pequeña corrección, es www.otro-turismo.com.ar

Saludetes y felicidades ;)!