martes, 26 de agosto de 2008

Apercat Gutierrez- Entrega quince

Anoche el Cholo me llevó a una casa en dónde iban a tocar unas bandas. Una especie de centro cultural clandestino. No suelo ir a ese tipo de lugares pero el Cholo se quería levantar una minita que cantaba en una de las bandas. Le hice la gamba y fuimos. El lugar no es grande, una salón en donde tocan las bandas, un pequeño patio cubierto, con barra y una terraza a la que se puede ir a fumar. Me aburría como un hongo y subí a fumar un pucho. Había gente en la terraza, fumando, con vasos de cerveza en la mano. Estuve un largo rato, mirando el pedacito de cielo que dejan ver los edificios laterales. La escalera era estrecha, no sé qué me pasó, resbalé y di la cabeza con los últimos escalones.
Sangraba y veía la cara de los que se acercaban, la cara del Cholo, blanca como un papel, haciéndole señas a los que llegaban y preguntaban, a los que expresaban sorpresa o impresión. Sabía que estaba sangrando bastante y que el golpe había sido duro, el shock me duró u rato largo . No me veía y usé como referencia los rostros preocupados de los demás y me empecé a preocupar yo también. Llegó
la ambulancia y me llevaron a la clínica. En la guardia me preguntaban cómo estaba. Yo les pedía que me dijeran ellos a mí cómo estaba. No sentía ningún dolor. Un poco de vergüenza. Tantas peleas encima y me la vengo a dar contra un escalón. Eso si que es un chiste. Tengo golpes y costuras por todos lados. Tuve quebraduras expuestas, esguinces, pero esto es diferente. En verdad estaba cagado hasta la patas. Un accidente hace reflexionar. Desestructura. Lleva a pensar en muchas cosas juntas. Un accidente moviliza, sacude. Yo no sé si desacomoda u ordena. Es algo fortuito, que le podía haber pasado a cualquiera, pero me pasó a mí. No hay culpa y sin embargo todavía siento una molestia en el ego. Que boludo como me vine a caer. Me vieron todos. Deben haber estado toda la noche hablando de mí, comentando los pormenores mientras alguien limpiaba la sangre con un trapo húmedo que iban a tirar a la basura.
Tres puntos, tomografía, recetas e indicaciones y a casa, a dormir hasta el otro día. Lo primero que quise fue mirarme al espejo, ver cómo me había quedado la cara. No debía ser tan grave si me dejaban ir. Pensé que era peor, que me iban a dejar internado, teniendo que pasar toda la noche en vela. La saqué barata. Estoy habituado a las curaciones. Pero qué distinto es que alguien me meta una buena mano o me corte la cabeza de un rodillazo, a resbalarme y caer por una escalera, solo y estúpidamente.
El Cholo no se quiso ir, se quedó en el sillón por las dudas. Le cagué la noche. No me animo a preguntarle qué pasó con la cantante. A esa altura se la debe estar comiendo otro. Le dije que no hacía falta que se quedara, pero insistío. Tengo un vendaje en la frente. El chichón en la ceja un poco impresiona, con hielo va a bajar. Me va a quedar el ojo en compota. Más de lo mismo, nadie lo va a diferenciar. Va a parecer una piña o un codazo. Tengo las manos manchadas de sangre seca. Tiene ese olor marítimo inconfundible. A óxido también. Hacía rato que no olía mi propia sangre. La sangre ajena huele distinto, en este momento no podría definir su olor. Dentro de unos días esto no va a ser más que una anécdota pelotuda. Me va a costar dormirme. O tal vez no. En una de esas se empiezan a aflojar los nervios y me duermo de un saque. Es lo que más quisiera, así dejo de pensar. Mañana tengo que ver a Carmela. La voy a tener que pasar para el domingo que viene. No quiero que me vea así, aunque sé que le gustaría cambiarme la venda y hacerme las curas. En la semana tengo un par de cosas que atender y en verdad prefiero que no me vea así. Todavía no me puedo explicar cómo no puse las manos. Es un palpito instintivo. Cualquier tarado pone las manos si se va de jeta. No sé en qué estaba pensando. Me fui para adelante, peor hubiera sido caer de espaldas y pegar con la nuca, aunque es posible que me sentara de culo y ahí quedara la cosa. Pero me fui para adelante como un gil. Debo haber perdido el equilibrio porque otra cosa no se me ocurre. Es verdad que la escalera de mármol gastado se torna peligrosa con unas gotas de cerveza derramadas en los escalones. Me tenía que pasar y me pasó. Ya no hay vuelta atrás. Me da broca caerme sin que nadie me haya volteado.


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